lunes, 12 de mayo de 2008

Parte I. El equipaje te delata:

De cuero, gastada, reforzada en los bordes, se abre mediante una pequeña llavecita. Su maleta es más una reliquia, una huella del pasado en el presente que se vería más adecuada en un museo.
Se percibe una gran vocación de escritora y lectora. Muchos “anotadores” y “plumas”, junto a un diario íntimo todavía sin escribir. Soportes antiguos e inutilizados que representan una gran pérdida de tiempo. Muy curioso resulta un manuscrito envuelto con mucho cuidado, sus letras están difusas, pero parece tener indicaciones sobre el destino del viaje.
El peso de su maleta supera el propio, tal vez sea la impactante cantidad de libros, no sólo de la historia de la humanidad, sino varios libros que en la antigüedad eran llamados “clásicos” por su universalidad, pero que ahora sólo merecen repudio y censura; entre ellos, el más destacado –y detestado- “Romeo y Julieta” de Shakespeare.
Tan sólo un cuarto de la valija ocupan las cosas básicas como ropa y comida.Espíritu curioso y aventurero se refleja en las lupas, en el largavista y en las herramientas para excavación que completan el contenido de su equipaje.
La etiqueta de embarque que marca el destino del viaje al “desértico” sur completa la información necesaria para poder afirmar que no se trata de un viaje para vacacionar, sino de estudio y trabajo. Aunque ello no signifique un trabajo forzado, ya que su maleta refleja su pasión por su profesión. Por ello, este equipaje no cumple la mera función de “contenedor” de cosas necesarias, sino la más profunda expresión de su vida, de su personalidad, de su pasión, secretos que deben estar ocultos.
El equipaje la delata, delata esa pasión malsana y prohibida que evoca a un pasado en particular
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