a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los
dos fue Caín, y cada uno, Abel”.
Borges
Extracto del poema Juan López y John Ward
Pablo no es capaz de afrontar sus pensamientos. Tiene una memoria prodigiosa, pero la considera un infierno. No se siente héroe porque la perdieron.
Anoche en la cena, luego de las cotidianas peleas con su esposa María aceptó por fin firmar el divorcio, no lo hizo porque realmente quisiera, lo hizo porque por primera vez después de tantos años le haría una especie de muestra de amor dejándola libre. Aunque todo cambió antes de irse a dormir, el arrepentimiento brotó con un nuevo episodio de ira. Sin embargo, a pesar de lo violento que se pone con su mujer, ella siente cierto alivio al menos, al comprobar que él continúa vivo, que por lo menos en esos instantes está dirigiéndose a ella y expresando algún estado emotivo.
En los pocos momentos de la semana que él no está en su enajenación, con quien más comparte el tiempo es con su única hija Carolina de trece años. La ayuda con sus tareas, sobre todo con las de biología y física, también en matemática aunque nunca haya sido bueno, pero jamás con historia, a pesar de que mucho tiempo atrás había sido una de sus favoritas.
Edward espera con ansias el vuelo hacia Londres, en cinco horas será la cena familiar por su quincuagésimo cumpleaños. Por supuesto que antes de ir al aeropuerto se ocupó de comprar souvenirs para sus suegros, el perfume para su hija, la nueva notebook para su hijo mayor y el libro que le encargó su esposa. Ya en el avión, con un whisky en la mano, repasa algunos ítems para la conferencia que dará en Estados Unidos el próximo martes.
Lleva con su esposa felizmente veinte años de casados, las pocas discusiones que han tenido se han debido a la educación de sus hijos. Edward quiere inculcarle los mismos valores que le han dado a él desde chico, por eso le remarca a su hijo William constantemente el como honrar a su bandera alistándose al ejército.
Es educado y cortés, de costumbres refinadas, todo un Lord Ingles. Aunque esa amabilidad no funciona con su hija Anne, ella es quien más le hace frente; en cambio William trata de complacerlo, vive bajo la sombra de su padre.
Otra vez Pablo no puede pegar un ojo, pero el ansiolítico que le recetó su último psiquiatra le empezará a hacer efecto en unos minutos. Por fin parece ir abandonando lentamente la vigilia, pero por un portazo que se escucha en la casa de al lado pega un repentino salto y se pone cuerpo a tierra. Permanece en esa posición y con actitud expectante por cuarenta segundos, hasta que su esposa lo despierta de su estado disociativo. Pablo parece estar empeorando devuelta, este episodio y el otro en el que apareció gritando con su uniforme a María la ponen en estado de alerta.
Su hija Anne está estudiando sobre la Primer Guerra Mundial, para estos temas él siempre se ofrece, los ojos se le iluminan cada vez que habla del orgullo de luchar por la patria.
-¿Qué es Gas Mostaza?- con ojos curiosos le pregunta a su padre.
- Es un arma química de guerra que fue usada por primera vez por los alemanes. Si es inhalado, daña las vías respiratorias; y causa vómito y diarreas si es ingerido. Ataca principalmente los ojos, las membranas mucosas y los órganos que producen sangre. Pero en grandes cantidades produce la muerte.- responde Edward, pero estos no son justamente los aspectos que le gusta hablar.
-¿Y por qué entonces se trató de no usarlo más?- vuelve a indagar su hija como buscando algo más.
-Y…justamente porque los soldados morían de la peor forma, por lo inhumano que es.
- Pero entonces no entiendo, si lo que buscan en la guerra es matar al “enemigo”, ¿qué importa la forma? Si prohíben lo inhumano, que prohíban la guerra directamente.
María empezó a tomar junto a su marido relajantes para dormir. La situación no la soporta más, el dinero de la pensión de su Pablo no alcanza, además de que abandona el trabajo cada dos por tres. Uno de los motivos son las pastillas que toma, lo dopan todo el día, pero cuando las abandona se vuelve muy agresivo. Frente a esto María decide amenazarlo diciéndole que se irán de la casa con su hija si no hace algo para estar mejor. Ahora Pablo tiene turno con el psicólogo para la semana que viene.
Aunque Edward sea estricto, su hija Anne la recuerda a su propia adolescencia con ese espíritu cuestionador, que por sobre todo discute las reglas de la clase media alta y alta de la sociedad inglesa. En algún momento el tampoco se sintió muy ubicado dentro de ella. Por eso soñaba con viajar al resto del mundo, con el único afán de profundizarse en las otras culturas y por unos días ser uno más de ellos. Se deleitaba con el tango, y apasionamiento tenía por el football, era del Mancehester United. Ahora sí viaja, pero aunque sea bilingüe y esté largo períodos dictando conferencias y cosas relacionadas, su trabajo lo mantiene demasiado ocupado como para mimetizarse realmente con los demás. La adultez a dejado atrás viejas pasiones, pero siempre mantiene intacto el orgullo de defender a su madre patria. Recuerda cuando se alistó al ejército a los 18 años, y sólo dos años después partió para defender su patria en esas lejanas islas. Religiosamente para calmar su ansiedad repetía mañana y noche:
“DULCE ET DECORUM EST PRO PATRIA MORI
mors et fugacem persequitur virum
nec parcit imbellis iuventae
poplitibus timidove tergo.” (*)
Los titulares de la prensa británica casi ni conmueven a su población, pocos saben a donde se sitúan las Faulkland Islands. Pero una foto de los argentinos arriando la bandera británica logra el escándalo y la exaltación de los patriotas, ahora no cabe duda que hay que castigarlos.
Pablo se encuentra en la sala de espera, se tapa los oídos porque le parece escuchar un himno marcial que lo atormenta todas las mañanas, sin embargo están pasando “Nostalgias” uno de sus tangos favoritos, sin tan sólo lo pudiera volver a escuchar… Está nervioso, es la primera vez que va a ir a un psicólogo, siempre prefirió el psiquiatra y sus pastillas.
Un hombre con un aspecto muy sobrio lo espera en el consultorio tomando un té, lleva puesto una camisa con corbata y arriba un chaleco, su cabello es casi blanco. Muy gentilmente lo recibe y en su pequeña sonrisa se deja entrever sus dientes llamativos y chuecos. Pablo se siente aún más inhibido al ver las paredes del consultorio cubiertas casi en su totalidad de diplomas y reconocimientos.
-¿Cuál es el motivo de su consulta?- primera pregunta que siempre libra el psicólogo.
- Ninguna… vine sólo porque me amenazó mi esposa en dejarme “si no hacía algo por mí”.
- ¿Y usted porque piensa que se debe eso?- interroga le psicólogo mientras prende su pipa.
- A nada en particular. Todos me presionan a que hagas cosas, yo estoy bien, tal vez no duermo muy bien… ¡eso es lo único! ¡Ah! También hay peleas con mi esposa, pero nada fuera de lo común, usted más que nadie sabrá bien que todos los matrimonios tienen sus problemas.- responde Pablo como defendiéndose de una acusación.
Sin dejar que el psicólogo pronuncie palabra, Pablo continúa
-¡Todos me joden, no me dejan tranquilo! Yo no hago nada malo…no me entienden, no entienden por lo que pasé.-
Viendo repentinamente alterado a Pablo, el psicólogo da por finalizada la sesión de hoy.
En Argentina lo comunicados de la prensa parecen indicar que todo está saliendo bien, que ellos podrán ser los victoriosos.
Más allá de todos sus éxitos, Edward tiene un pesar. Ve como en plena batalla matan a su hermano y mejor amigo.
El 14 de junio Argentina declara su rendición y Reino Unido recupera los archipiélagos. En Argentina la derrota adelanta la caída de la junta militar, restaurando la democracia, mientras que en Reino Unido su victoria ayuda al gobierno de Margaret Thatcher para que logre la reelección.
Pablo concurre al psicólogo hace dos meses. Aunque se angustie, por fin puede empezar a hablar de su sufrimiento. Ahora puede explicar cuál fue el malestar que sintió cuando lo obligaron ir a la colimba en sus dieciocho años, y cómo cambió radicalmente su vida cuando le anunciaron que tendría que ir a la guerra. Remarca constantemente el sentimiento de culpa que le invade al saber que los otros soldados están muertos, no entiende por qué a él le toco estar vivo. Disminuyó la dosis de medicamentos, de a poco aparece el sujeto que alguna vez fue y no sólo el veterano de guerra que es. Recuerda su pasión por el fútbol, ir a jugar el partidito todos los sábados. Se estremece porque ayer pudo volver a escuchar y sentir la dulce nostalgia del tango.
La guerra deja sin vida a 649 soldados argentinos, y 255 soldados británicos, eso sin contar a los cientos que se suicidan post-guerra.
El psicólogo al finalizar la sesión del día se permite la palabra.
-Hoy damos por finalizado nuestro encuentro. En primer lugar porque usted ya tiene una gran mejoría, por lo tanto podrá continuar sólo con los pocos pasos que le falta, o si así lo prefiera finalizar con otro profesional. -
Se produce una pausa, un silencio ensordecedor.
-Y en segundo lugar porque mientras lo he atendido a usted, he sufrido emociones muy intensas, sentimientos encontrados, intereses personales, que no me han pasado nunca en mi vida como profesional. Desde que lo vi entrar supe que eras aquél, esa mirada no me la olvidaré jamás. Siempre espere alguna oportunidad así, pero sólo formaba parte de mis fantasías, nunca espere que se haga realidad. Pero ahora que se hizo realidad, no pude tomar ninguna represalia contra usted y eso me duele porque ya no encuentro una justificación para mi lamento.- Finaliza el psicólogo mientras observa la cara de confusión de Pablo.
Lo cierto es que el recuerdo que lo atormenta a Edward de ver a su hermano morir a veces aparece en sus pesadillas. En ellas siempre se repite un primer plano de la mirada del soldado que lo ha hecho. Sabía muy bien que eso no era personal, pero se reconfortaba pensando que le haría si lo volviera a ver. Sin embargo cuando tuvo la oportunidad, cuando tuvo lo más preciado de Pablo no logró hacer nada, sino todo lo contrario, curarlo. En un principio porque lo vio más destruido que él, pero luego, ya recuperando su racionalidad, entendió que tomar algún tipo de venganza sería no sólo inadecuado, sino también adrede, ya que eso no le devolvería a su hermano ni a ningún combatiente. Se dio cuenta de lo injusta que es la guerra, y en lo desigual que fue sobre todo esta. Pero ahora tiene más dolor que antes, ya no tiene ningún consuelo, critica su propio accionar y se avergüenza de haber alguna vez promocionado con orgullo “DULCE ET DECORUM EST PRO PATRIA MORI”.
(*) Versos del poeta latino Horacio. La versión castellana es de Miguel Imbelecio Delatorre.
DULCE Y HONROSO ES MORIR POR LA PATRIA
la muerte persigue al hombre que huye
y no perdona de una juventud cobarde
ni las rodillas ni la temerosa espalda
1 comentario:
Che está muy bueno el cuento, no esperaba el giro de que el psicólogo sea este inglés que también combatió en malvinas.
Como que la trama del cuento me fue engancchando.
Es lo que más me gusto de lo que te leí.
Nos vemos el martes.
Lisandro
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