lunes, 6 de octubre de 2008

Ficha de lectura: El viaje Profano, Ricardo Forster

Autor
Ricardo Forster
es Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba. Ha cursado estudios de Historia y Filosofía en la Universidad Autónoma de México, en la Universidad del Salvador (Argentina) y en FLACSO. Es profesor titular de grado y posgrado de numerosas universidades argentinas e internacionales: U.B.A., Universidad Nacional del Gral. San Martín, Universidad Nacional de Rosario, Universidad Nacional de Comahue, Universidad de Princeton (EE.UU.), Universidad Hebrea de Jerusalem, Instituto Tecnológico de Monterrey, entre otras. Entre sus ensayos se cuentan W. Benjamin - Th. W. Adorno, el ensayo como filosofía (Ediciones Nueva Visión, 1991), Itinerarios de la modernidad (Eudeba, 1996), El exilio de la palabra (Eudeba,1999), Walter Benjamin y el problema del mal (Altamira, 2001). [1]

Obra
El texto “El viaje Profano” de Forster pertenece a la edición número dos de Noviembre de 1995 de “Confines”, que por un aparente problema de registro de propiedad intelectual a partir de la número 5 pasó a llamarse “Pensamiento de los confines”. Hoy la revista cuenta con 22 número de ediciones, la última en publicarse fue en Julio de 2008.
Es una revista de ensayos que aborda los campos de la cultura, la estética, la teoría crítica, la filosofía y la literatura. Es editada por Fondo de Cultura Económica Argentina. Se publica semestralmente desde 1995 en Buenos Aires con su formato libro “alargado” dos veces por año.
El grupo fundador y que compone su comité de dirección está formado por Nicolás Casullo, Alejandro Kaufman, Matías Bruera, Ricardo Forster y Gregorio Kaminsky, quienes además de ensayistas, escritores, novelistas, polemistas y bohemios, son docentes e investigadores universitarios.
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Síntesis
Ricardo Forster como buen filósofo analiza en sentido crítico la concepción contemporánea del viaje, muy distante de la que considera como visión acertada y virtuosa que es con el hombre moderno, particularmente el romántico.
El hombre moderno ha sido un transgresor de fronteras, siempre intentando dar un paso más en los límites de su propia finitud y el deseo de lo infinito, no ha hecho otra cosa que buscado lo absolutamente otro.
Es justamente ahí donde nace el viaje profano, “el viajero no se detiene ante las prohibiciones, siente el deseo de lo nuevo allí donde lo establecido trata de cerrarle el camino”. Entonces más allá de los diversos modos del viaje (iniciático, de descubrimiento y dominio, utópico, melancólico, etc) este es siempre una ruptura y un abandono de lo conocido.
El romanticismo es quien radicalizó la aventura de este sujeto moderno, y es quien tal vez sepa más de verdaderos viajes, viajes llevados por la fuerza de la imaginación, donde el sueño aparece como viaje romántico por excelencia capaz de quebrar la dura corteza de la realidad para deslizar al viajero hacia regiones inexploradas. “El viaje romántico traza un recorrido que nuestra sensibilidad contemporánea no alcanza a comprender; un recorrido soñador, una conciencia abrasada por la urgencia de penetrar en los secretos del mundo (…)”
El hombre romántico ha logrado comprender la tensión y la dialéctica del exilio. Un exilio paradójicamente permite construir al sujeto su propia historia, pero no recorriendo caminos conocidos, sino como experiencia de extravío, itinerario que lo enfrenta con la felicidad del descubrimiento y el dolor de la pérdida de su patria originaria.
El viaje del Yo romántico hace posible la emergencia de otros mundos y sentidos mediante su extraña conjunción de realidad y fantasía, hace frente a lo inesperado sin un rumbo previamente fijado, por eso se pierde para encontrarse, se hace dueño de un conocimiento no instrumental, se opone al pragmatismo ilustrado que valida la realidad y la razón, el conocimiento y el desencantamiento. Por eso el romanticismo rompe con la presencia limitadora de lo empírico y reemplaza la “facultad imaginativa” a la “facultad lógica mensuradora”, potencializa lo utópico pero no anclado en la materialidad histórica sino como huida de esa misma historia, en donde la Revolución Francesa tuvo un papel fundamental ya que el fracaso en acontecimientos históricos crea las condiciones para el viaje cada vez más desprendido de lo real.
Forster hace hincapié en que no sólo aquel pragmatismo ilustrado se opuso al romanticismo, sino más importante aún nuestra contemporaneidad, donde la realidad asfixiante ha llevado a la resignación, el intelectual ya no aparece como portador de sueño ni garante de sensibilidad crítica sino como mero relator de un mundo sin sueños y utopías. Por lo tanto plantea la necesidad de indagar sobre otras tradiciones que sea capaz de conducirnos hacía una renovada crítica del mundo, inteligente como para no desperdiciar esa lucidez, en donde el intelectual deberá “indagar no sólo del presente sino también de pasado y de aquella s tradiciones que alimentaron su trayectoria histórica”.
Entre los diversos tipos de viaje que menciona el autor es quizás el viaje al pasado en el que más se detiene por la importancia que ello implica, ya que “el presente nos lanza en la indeferenciación”, “es fugaz e instantáneo”, “extravía nuestras raíces”, en cambio “nos descubrimos cuando regresamos a las fuentes”, el pasado representa lo más íntimo, lo único genuino que poseemos, se desprende de “la verdad de le época” y nos otorga la conciencia crítica. Por ello la pérdida de nuestro pasado pone nuestro destino en cuestión, y no basta con una pasado “monumentalizado” que lo convierte en museo o nostalgia, ni con la narración donde se elimina todo síntoma trágico donde no hay viaje real sino “un paquete de agencias de turismo” que garantiza el placer y teme a lo imprevisto.
Ricardo Forster concluye con el malestar que le suscita la evidencia de que “Nuestra época ha dejado de viajar”. Los viajes del despliegue histórico parecen haber llegado a su fin, “como si las exigencias de la imaginación ya no encontrasen lugar en el imperio de la razón técnico instrumental”. Hoy hay viajes esperados, desprovistos de incertidumbres. Hay un mundo fragmentado, donde ser hombre significa ser solitario aprisionados en la actualidad sin vía de escape. El viaje al pasado que ha alimentado durante siglos la necesidad de de transformar las miserias del presente, mientras que en la actualidad la humanidad condena al pasado en ruina o en silencio, o en el “mejor” de los casos al espectáculo o museo. El autor anhela una segunda oportunidad para “volver al sentido abierto y desprovisto de certezas del viaje moderno”.

Resonancia Personal
Me llamó la atención el título, “Viaje Profano” algo que es opuesto a lo sagrado, y que podría suponerse –como lo hice yo en un principio- algo incorrecto, un viaje que no se debería hacer, sin embargo el autor lo trata de virtuoso y es justamente ese tipo de viaje el que le gustaría que la humanidad haga hoy.
La idea de viaje en un sentido lejos de ser puramente físico y de turismo, en este texto lo pude ver más amplia aún. Me atrajo mucho la idea de tres viajes particulares, uno de ellos es “el viaje al pasado”, una manera distinta de mirarlo que nada tiene que ver con tan sólo una partida de nuestro viaje y nuestra vida, ni tampoco en lo que caemos siempre “la nostalgia”, sino una parte muy importante e íntima que nos constituye como lo que somos ahora, y en esta retrospección la distancia nos dota de un sentido crítico. “El pasado no opera como nostalgia o como bloqueo emocional de un presente devastador, apenas como un paliativo, sino que irrumpe con la fuerza de la crítica (…)” Esto se vincula con otra idea que también me gustó mucho, el viaje verdadero es el improvisado, el que nos produce incertidumbres y hasta tal vez miedo, nunca debe ser un “paquete de turismo”: “ Aprender a perderse en la ciudad es un arte que hay que saber cultivar, que exige un esfuerzo adicional porque violenta la tendencia propia del sujeto representarse un paisaje racionalmente trazado” ( me recuerda a “Contra el Turismo” un texto que probablemente lea) en donde también funciona particularmente para viaje al pasado: la quita de cualquier elemento trágico para que sea puro placer es también un elemento de turismo, algo errado para el autor y ahora ciertamente para mi también. El tercer tipo de viaje que me llamó la atención es “el exilio” por la gran paradoja que maneja, la idea de expansión y a su vez alejamiento, producción de lo nuevo y desilusión de lo antiguo, el enfrentamiento de por un lado la felicidad del descubrimiento pero a su vez el dolor de la pérdida.
Otro elemento que me produjo interés es la idea de que lograr realizar aquel ansiado viaje profano, donde nos encontramos en un lugar nuevo, en otro sitio, un lugar extraordinario, nos produce querer hablar de ello, comentarlo, me recuerda a “Una Metáfora Viva” de Celia Güichal donde habla de esto mismo: la idea de viaje inseparable a la narración, en donde la definición misma de viajero aparece vinculada a esto “persona que relata un viaje realizado por ella”, sin embargo en viaje profano se toca otro elemento más, que es que lo extraordinario produce una dificultad para transmitirlo, es casi incomprensible “ Hablar desde otro sitio es siempre como tratar de contar un sueño…un vano esfuerzo, porque el relato de un sueño no puede transmitir la sensación que produce la mezcla de absurdo, sorpresa y aturdimiento(…)’ “.Lo miraría también como un ejemplo en cuanto al formato para un ensayo, sobre todo en la cantidad de citas que realiza el autor, lo dotan de mayor status “no habla sólo eso también lo afirman mucha cantidad de autores destacados”, es decir, sirve de aval y a su vez le ayuda a profundizar en el tema.

[1] Biografía extraída de: http://www.cceba.org.ar/db/artista.pl?id=437
[2] http://www.rayandolosconfines.com.ar/revista.html

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