domingo, 19 de octubre de 2008

2do borrador del Proyecto Narrativo Final

Quejas de Bandoneón


Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara
a cara, en unas islas demasiado famosas,
y cada uno de losdos fue Caín, y cada uno, Abel”.

Borges
Extracto del poema Juan López y John Ward


Pablo no es capaz de afrontar sus pensamientos. Tiene una memoria prodigiosa, pero la considera un infierno. No se siente héroe porque la perdieron.
Anoche en la cena, luego de las cotidianas peleas con su esposa María aceptó por fin firmar el divorcio, no lo hizo porque realmente quisiera, lo hizo porque por primera vez después de tantos años le haría una especie de muestra de amor dejándola libre. Aunque todo cambió antes de irse a dormir, el arrepentimiento brotó con un nuevo episodio de ira. Sin embargo, a pesar de lo violento que se pone con su mujer, ella siente cierto alivio al menos, al comprobar que él continúa vivo, que por lo menos en esos instantes está dirigiéndose a ella y expresando algún estado emotivo.
En los pocos momentos de la semana que él no está en su enajenación, con quien más comparte el tiempo es con su única hija Carolina de trece años. La ayuda con sus tareas, sobre todo con las de biología y física, también en matemática aunque nunca haya sido bueno, pero jamás con historia, a pesar de que mucho tiempo atrás había sido una de sus favoritas.

Edward espera con ansias el vuelo hacia Londres, en cinco horas será la cena familiar por su quincuagésimo cumpleaños. Por supuesto que antes de ir al aeropuerto se ocupó de comprar souvenirs para sus suegros, el perfume para su hija, la nueva notebook para su hijo mayor y el libro que le encargó su esposa. Ya en el avión, con un whisky en la mano, repasa algunos ítems para la conferencia que dará en Estados Unidos el próximo martes.
Lleva con su esposa felizmente veinte años de casados, las pocas discusiones que han tenido se han debido a la educación de sus hijos. Edward quiere inculcarles los mismos valores que le han dado a él desde chico, por eso le remarca a su hijo William constantemente el cómo honrar su bandera alistándose a el ejército.
Es educado y cortés, de costumbres refinadas, todo un Lord Inglés. Aunque esa amabilidad no funciona con su hija Anne, ella es quien más le hace frente; en cambio William trata de complacerlo, vive bajo la sombra de su padre.

Otra vez Pablo no puede pegar un ojo, pero el ansiolítico que le recetó su último psiquiatra le empezará a hacer efecto en unos minutos. Por fin parece ir abandonando lentamente la vigilia, pero por un portazo que se escucha en la casa de al lado pega un repentino salto y se pone cuerpo a tierra. Permanece en esa posición y con actitud expectante por cuarenta segundos, hasta que su esposa lo despierta de su estado disociativo. Pablo parece estar empeorando devuelta, este episodio y el otro en el que apareció gritando con su uniforme a María la ponen en estado de alerta.

Su hija Anne está estudiando sobre la Primera Guerra Mundial, para estos temas él siempre se ofrece, los ojos se le iluminan cada vez que habla del orgullo de luchar por la patria.
-¿Qué es Gas Mostaza?- con ojos curiosos le pregunta a su padre.
- Es un arma química de guerra que fue usada por primera vez por los alemanes. Si es inhalado, daña las vías respiratorias; y causa vómito y diarreas si es ingerido. Ataca principalmente los ojos, las membranas mucosas y los órganos que producen sangre. Pero en grandes cantidades produce la muerte.- responde Edward, pero estos no son justamente los aspectos que le gustan hablar.
-¿Y por qué entonces se trató de no usarlo más?- vuelve a indagar su hija como buscando algo más.
-Y…justamente porque los soldados morían de la peor forma, por lo inhumano que es.
- Pero entonces no entiendo, si lo que buscan en la guerra es matar al “enemigo”, ¿qué importa la forma? Si prohíben lo inhumano, que prohíban la guerra directamente.

María empezó a tomar junto a su marido relajantes para dormir. La situación no la soporta más, el dinero de la pensión de Pablo no alcanza, además de que abandona el trabajo cada dos por tres. Uno de los motivos son las pastillas que toma, lo dopan todo el día, pero cuando las abandona se vuelve muy agresivo. Frente a esto María decide amenazarlo diciéndole que se irán de la casa con su hija si no hace algo para estar mejor. Ahora Pablo tiene turno con el psicólogo para la semana que viene.

Aunque Edward es muy ortodoxo, su hija Anne le recuerda a su propia adolescencia con ese espíritu cuestionador, que por sobre todo discute las reglas de la clase alta de la sociedad inglesa. En algún momento él tampoco se sintió muy ubicado dentro de ella. Por eso soñaba con viajar al resto del mundo, con el único afán de profundizarse en las otras culturas y por unos días ser uno más de ellos. Se deleitaba con el tango, y aunque era de madera insistía con las lecciones de este baile, le conmovían los cuerpos entrelazados al compás de la música, la pasión. Delirio tenía por el football, era del Manchester United, le irritaba ver escrito en sus viajes a América Latina fútbol en vez de football y no entendía nada lo del "orsai" (argentinismo para decir "off side"). Ahora sí viaja, pero aunque sea bilingüe y esté largos períodos dictando conferencias y cosas relacionadas, su trabajo lo mantiene demasiado ocupado como para mimetizarse realmente con los demás. La adultez ha dejado atrás viejas pasiones, pero siempre mantiene intacto el orgullo de defender a su madre patria. Recuerda cuando se alistó al ejército a los 18 años, y sólo dos años después partió para defender su patria en esas lejanas islas. Religiosamente para calmar su ansiedad repetía mañana y noche:
DULCE ET DECORUM EST PRO PATRIA MORI
mors et fugacem persequitur virum
nec parcit imbellis iuventae
poplitibus timidove tergo.”[1]

Los titulares de la prensa británica casi ni conmueven a su población, pocos saben a dónde se sitúan las Faulkland Islands. Pero una foto de los argentinos arriando la bandera británica logra el escándalo y la exaltación de los patriotas, ahora estas islas son el centro de atención y no cabe duda que hay que castigar a los argies[2].

Pablo se encuentra en la sala de espera, se tapa los oídos porque le parece escuchar un himno marcial que lo atormenta todas las mañanas, sin embargo están pasando “Nostalgias”, uno de sus tangos favoritos, si tan sólo lo pudiera volver a escuchar… Está nervioso, es la primera vez que va a ir a un psicólogo, siempre prefirió el psiquiatra y sus pastillas.
Un hombre con un aspecto muy sobrio lo espera en el consultorio tomando un té, viste camisa con corbata y chaleco, su cabello está desteñido por los años. Muy gentilmente lo recibe y en su pequeña sonrisa se dejan entrever sus dientes llamativos y chuecos. Pablo se siente aún más inhibido al ver las paredes del consultorio cubiertas casi en su totalidad de diplomas y reconocimientos.
-¿Cuál es el motivo de su consulta?- primera pregunta que siempre libra el psicólogo.
- Ninguna… vine sólo porque me amenazó mi esposa en dejarme “si no hacía algo por mí”.
- ¿Y usted por qué piensa que se debe eso?- interroga el psicólogo mientras prende su pipa.
- A nada en particular. Todos me presionan a que haga cosas, yo estoy bien, tal vez no duermo muy bien… ¡eso es lo único! ¡Ah! También hay peleas con mi esposa, pero nada fuera de lo común, usted más que nadie sabrá bien que todos los matrimonios tienen sus problemas.- responde Pablo como defendiéndose de una acusación.
Sin dejar que el psicólogo pronuncie palabra, Pablo continúa:
-¡Todos me joden, no me dejan tranquilo! Yo no hago nada malo…no me entienden, no entienden por lo que pasé.
Viendo repentinamente alterado a Pablo, el psicólogo da por finalizada la sesión de hoy.

En Argentina los comunicados de la prensa parecen indicar que todo está saliendo bien, que ellos serán los victoriosos: LAS MALVINAS EN MANOS ARGENTINAS
[3] ¡SEGUIMOS GANANDO![4] ¡VIMOS RENDIRSE A LOS INGLESES![5]

Aunque todo en su vida parece ser color de rosa, Edward tiene un pesar. Se había jurado protegerlo con su vida, pero esto no fue suficiente en una guerra en donde las cosas no dependen de él, y ve como en plena batalla matan a su hermano menor.

El 14 de junio Argentina declara su rendición y Reino Unido recupera los archipiélagos. En Argentina la derrota adelanta la caída de la junta militar, restaurando la democracia, mientras que en Reino Unido su victoria ayuda al gobierno de Margaret Thatcher para que logre la reelección.

Pablo concurre al psicólogo hace dos meses. Aunque se angustie, por fin puede empezar a hablar de su sufrimiento. Ahora puede explicar cuál fue el malestar que sintió cuando lo obligaron a ir a la colimba en sus dieciocho años, y cómo cambió radicalmente su vida cuando le anunciaron que tendría que ir a la guerra. Remarca constantemente el sentimiento de culpa que le invade al saber que los otros soldados están muertos, no entiende por qué a él le tocó estar vivo. Disminuyó la dosis de medicamentos, de a poco aparece el sujeto que alguna vez fue y no sólo el veterano de guerra que es. Volvió a comenzar con las lecciones de idioma inglés y portugués. Recuerda su pasión por el fútbol, ir a jugar el partidito todos los sábados. Se estremece porque ayer pudo volver a escuchar y sentir la dulce nostalgia del tango.

La guerra deja sin vida a 649 soldados argentinos, y 255 soldados británicos, eso sin contar a los cientos que se suicidan post-guerra.

El psicólogo al finalizar la sesión del día se permite la palabra.
-Hoy damos por finalizado nuestro encuentro. Usted ya tiene una gran mejoría, por lo tanto hemos cumplido con varios de nuestros objetivos. Le recomendaré a un profesional amigo para que concluya con él.
Se produce una pausa, la cara de Pablo muestra una gran confusión y rompe aquel silencio.
- ¿Pero por qué? ¡Si usted me dijo que volvería a su país en no menos de dos meses!
Ahora el asombro se transforma en reproche, él no quiere ser “abandonado” por el que logró curarlo, volverlo a la vida, sacarlo de la eterna pesadilla.
- Sí, pero…no. He cambiado de planes a último momento. Le pido mil disculpas. Simplemente no puedo seguir con esto.

Polvo, disparos, aullidos, sangre. A lo lejos se acerca un hombre vestido de sombra, a medida que se acerca el escándalo de fondo se va aquietando, sin embargo su temor se acrecienta. Ahora aquella sombra deja ver su mirada profunda y penetrante, él cierra los ojos, no puede evitarlo, sabe lo que está por pasar. Su hermano cae muerto en sus brazos.
Edward se despierta pávido, es la tercera noche en la semana que sueña lo mismo. Sabe que están emergiendo esos sentimientos que él siempre trató de desechar para que no perturben su magnífica vida. Pero ahora es diferente, no lo puede controlar, hace un mes y medio que ve entrar esa sombra a su consultorio, no obstante esa sombra no está como en la que se encuentra en sus pesadillas, la realidad no la muestra aterrorizante, sino aterrorizada. Encontró la oportunidad perfecta para algún tipo de venganza, por haberle quitado lo más preciado. Pero no puede, decide cancelar los próximos encuentros.
No tiene más fantasías de venganza personal que lo ayuden a calmar su dolor, como desde aquella vez que había encauzado todo su odio en ese hombre-sombra como si fuera la misma Guerra. Pero ahora, con los ojos abiertos, se avergüenza de las palabras que alguna vez promovió con desmesurado orgullo “DULCE ET DECORUM EST PRO PATRIA MORI”.


[1] Versos del poeta latino Horacio. La versión castellana es de Miguel Imbelecio Delatorre.
DULCE Y HONROSO ES MORIR POR LA PATRIA la muerte persigue al hombre que huye y no perdona de una juventud cobardeni las rodillas ni la temerosa espalda
[2] Término utilizado por los británicos para designar a los argentinos.
[3] Título en diario La Razón, abril 1982.
[4] Portada en revista Gente, abril 1982.
[5] Portada en revista Gente, 8 de abril 1982.

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