Como bien lo indica el título este texto es el segundo borrador del proyecto final narrativo (el primero es el publicado el 25 de agosto), esperemos que la tercera sea la vencida y la definitiva, por eso recurro a la ayuda de ustedes. Los problemas surgen sobre todo llegando al final del cuento: derepente explico todo lo que antes permanecía oculto con el miedo a que no se llegue a entender. Sin embargo esta no parece ser la mejor forma de terminar y justamente encontrarla es lo que me esta costando. Una causa posible del por qué esto no me cierra esto, es el tratar de buscar un reencuentro forzado entre los dos personajes (ese es el objetivo principal del texto) pero sin embargo no hallé ninguna forma verosímil de que esto suceda. Supongo que este texto sería uno de los que lleve a la Jornada de la Carrera este jueves 30, por eso vale –aunque sea bastante tarde y ajustado de tiempo- alguna mejoría sobre esto.
lunes, 27 de octubre de 2008
domingo, 19 de octubre de 2008
2do borrador del Proyecto Narrativo Final
Quejas de Bandoneón
“Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara
a cara, en unas islas demasiado famosas,
y cada uno de losdos fue Caín, y cada uno, Abel”.
Borges
Extracto del poema Juan López y John Ward
Pablo no es capaz de afrontar sus pensamientos. Tiene una memoria prodigiosa, pero la considera un infierno. No se siente héroe porque la perdieron.
Anoche en la cena, luego de las cotidianas peleas con su esposa María aceptó por fin firmar el divorcio, no lo hizo porque realmente quisiera, lo hizo porque por primera vez después de tantos años le haría una especie de muestra de amor dejándola libre. Aunque todo cambió antes de irse a dormir, el arrepentimiento brotó con un nuevo episodio de ira. Sin embargo, a pesar de lo violento que se pone con su mujer, ella siente cierto alivio al menos, al comprobar que él continúa vivo, que por lo menos en esos instantes está dirigiéndose a ella y expresando algún estado emotivo.
En los pocos momentos de la semana que él no está en su enajenación, con quien más comparte el tiempo es con su única hija Carolina de trece años. La ayuda con sus tareas, sobre todo con las de biología y física, también en matemática aunque nunca haya sido bueno, pero jamás con historia, a pesar de que mucho tiempo atrás había sido una de sus favoritas.
Edward espera con ansias el vuelo hacia Londres, en cinco horas será la cena familiar por su quincuagésimo cumpleaños. Por supuesto que antes de ir al aeropuerto se ocupó de comprar souvenirs para sus suegros, el perfume para su hija, la nueva notebook para su hijo mayor y el libro que le encargó su esposa. Ya en el avión, con un whisky en la mano, repasa algunos ítems para la conferencia que dará en Estados Unidos el próximo martes.
Lleva con su esposa felizmente veinte años de casados, las pocas discusiones que han tenido se han debido a la educación de sus hijos. Edward quiere inculcarles los mismos valores que le han dado a él desde chico, por eso le remarca a su hijo William constantemente el cómo honrar su bandera alistándose a el ejército.
Es educado y cortés, de costumbres refinadas, todo un Lord Inglés. Aunque esa amabilidad no funciona con su hija Anne, ella es quien más le hace frente; en cambio William trata de complacerlo, vive bajo la sombra de su padre.
Otra vez Pablo no puede pegar un ojo, pero el ansiolítico que le recetó su último psiquiatra le empezará a hacer efecto en unos minutos. Por fin parece ir abandonando lentamente la vigilia, pero por un portazo que se escucha en la casa de al lado pega un repentino salto y se pone cuerpo a tierra. Permanece en esa posición y con actitud expectante por cuarenta segundos, hasta que su esposa lo despierta de su estado disociativo. Pablo parece estar empeorando devuelta, este episodio y el otro en el que apareció gritando con su uniforme a María la ponen en estado de alerta.
Su hija Anne está estudiando sobre la Primera Guerra Mundial, para estos temas él siempre se ofrece, los ojos se le iluminan cada vez que habla del orgullo de luchar por la patria.
-¿Qué es Gas Mostaza?- con ojos curiosos le pregunta a su padre.
- Es un arma química de guerra que fue usada por primera vez por los alemanes. Si es inhalado, daña las vías respiratorias; y causa vómito y diarreas si es ingerido. Ataca principalmente los ojos, las membranas mucosas y los órganos que producen sangre. Pero en grandes cantidades produce la muerte.- responde Edward, pero estos no son justamente los aspectos que le gustan hablar.
-¿Y por qué entonces se trató de no usarlo más?- vuelve a indagar su hija como buscando algo más.
-Y…justamente porque los soldados morían de la peor forma, por lo inhumano que es.
- Pero entonces no entiendo, si lo que buscan en la guerra es matar al “enemigo”, ¿qué importa la forma? Si prohíben lo inhumano, que prohíban la guerra directamente.
María empezó a tomar junto a su marido relajantes para dormir. La situación no la soporta más, el dinero de la pensión de Pablo no alcanza, además de que abandona el trabajo cada dos por tres. Uno de los motivos son las pastillas que toma, lo dopan todo el día, pero cuando las abandona se vuelve muy agresivo. Frente a esto María decide amenazarlo diciéndole que se irán de la casa con su hija si no hace algo para estar mejor. Ahora Pablo tiene turno con el psicólogo para la semana que viene.
Aunque Edward es muy ortodoxo, su hija Anne le recuerda a su propia adolescencia con ese espíritu cuestionador, que por sobre todo discute las reglas de la clase alta de la sociedad inglesa. En algún momento él tampoco se sintió muy ubicado dentro de ella. Por eso soñaba con viajar al resto del mundo, con el único afán de profundizarse en las otras culturas y por unos días ser uno más de ellos. Se deleitaba con el tango, y aunque era de madera insistía con las lecciones de este baile, le conmovían los cuerpos entrelazados al compás de la música, la pasión. Delirio tenía por el football, era del Manchester United, le irritaba ver escrito en sus viajes a América Latina fútbol en vez de football y no entendía nada lo del "orsai" (argentinismo para decir "off side"). Ahora sí viaja, pero aunque sea bilingüe y esté largos períodos dictando conferencias y cosas relacionadas, su trabajo lo mantiene demasiado ocupado como para mimetizarse realmente con los demás. La adultez ha dejado atrás viejas pasiones, pero siempre mantiene intacto el orgullo de defender a su madre patria. Recuerda cuando se alistó al ejército a los 18 años, y sólo dos años después partió para defender su patria en esas lejanas islas. Religiosamente para calmar su ansiedad repetía mañana y noche:
“DULCE ET DECORUM EST PRO PATRIA MORI
mors et fugacem persequitur virum
nec parcit imbellis iuventae
Los titulares de la prensa británica casi ni conmueven a su población, pocos saben a dónde se sitúan las Faulkland Islands. Pero una foto de los argentinos arriando la bandera británica logra el escándalo y la exaltación de los patriotas, ahora estas islas son el centro de atención y no cabe duda que hay que castigar a los argies[2].
Pablo se encuentra en la sala de espera, se tapa los oídos porque le parece escuchar un himno marcial que lo atormenta todas las mañanas, sin embargo están pasando “Nostalgias”, uno de sus tangos favoritos, si tan sólo lo pudiera volver a escuchar… Está nervioso, es la primera vez que va a ir a un psicólogo, siempre prefirió el psiquiatra y sus pastillas.
Un hombre con un aspecto muy sobrio lo espera en el consultorio tomando un té, viste camisa con corbata y chaleco, su cabello está desteñido por los años. Muy gentilmente lo recibe y en su pequeña sonrisa se dejan entrever sus dientes llamativos y chuecos. Pablo se siente aún más inhibido al ver las paredes del consultorio cubiertas casi en su totalidad de diplomas y reconocimientos.
-¿Cuál es el motivo de su consulta?- primera pregunta que siempre libra el psicólogo.
- Ninguna… vine sólo porque me amenazó mi esposa en dejarme “si no hacía algo por mí”.
- ¿Y usted por qué piensa que se debe eso?- interroga el psicólogo mientras prende su pipa.
- A nada en particular. Todos me presionan a que haga cosas, yo estoy bien, tal vez no duermo muy bien… ¡eso es lo único! ¡Ah! También hay peleas con mi esposa, pero nada fuera de lo común, usted más que nadie sabrá bien que todos los matrimonios tienen sus problemas.- responde Pablo como defendiéndose de una acusación.
Sin dejar que el psicólogo pronuncie palabra, Pablo continúa:
-¡Todos me joden, no me dejan tranquilo! Yo no hago nada malo…no me entienden, no entienden por lo que pasé.
Viendo repentinamente alterado a Pablo, el psicólogo da por finalizada la sesión de hoy.
En Argentina los comunicados de la prensa parecen indicar que todo está saliendo bien, que ellos serán los victoriosos: LAS MALVINAS EN MANOS ARGENTINAS [3] ¡SEGUIMOS GANANDO![4] ¡VIMOS RENDIRSE A LOS INGLESES![5]
Aunque todo en su vida parece ser color de rosa, Edward tiene un pesar. Se había jurado protegerlo con su vida, pero esto no fue suficiente en una guerra en donde las cosas no dependen de él, y ve como en plena batalla matan a su hermano menor.
El 14 de junio Argentina declara su rendición y Reino Unido recupera los archipiélagos. En Argentina la derrota adelanta la caída de la junta militar, restaurando la democracia, mientras que en Reino Unido su victoria ayuda al gobierno de Margaret Thatcher para que logre la reelección.
Pablo concurre al psicólogo hace dos meses. Aunque se angustie, por fin puede empezar a hablar de su sufrimiento. Ahora puede explicar cuál fue el malestar que sintió cuando lo obligaron a ir a la colimba en sus dieciocho años, y cómo cambió radicalmente su vida cuando le anunciaron que tendría que ir a la guerra. Remarca constantemente el sentimiento de culpa que le invade al saber que los otros soldados están muertos, no entiende por qué a él le tocó estar vivo. Disminuyó la dosis de medicamentos, de a poco aparece el sujeto que alguna vez fue y no sólo el veterano de guerra que es. Volvió a comenzar con las lecciones de idioma inglés y portugués. Recuerda su pasión por el fútbol, ir a jugar el partidito todos los sábados. Se estremece porque ayer pudo volver a escuchar y sentir la dulce nostalgia del tango.
La guerra deja sin vida a 649 soldados argentinos, y 255 soldados británicos, eso sin contar a los cientos que se suicidan post-guerra.
El psicólogo al finalizar la sesión del día se permite la palabra.
-Hoy damos por finalizado nuestro encuentro. Usted ya tiene una gran mejoría, por lo tanto hemos cumplido con varios de nuestros objetivos. Le recomendaré a un profesional amigo para que concluya con él.
Se produce una pausa, la cara de Pablo muestra una gran confusión y rompe aquel silencio.
- ¿Pero por qué? ¡Si usted me dijo que volvería a su país en no menos de dos meses!
Se produce una pausa, la cara de Pablo muestra una gran confusión y rompe aquel silencio.
- ¿Pero por qué? ¡Si usted me dijo que volvería a su país en no menos de dos meses!
Ahora el asombro se transforma en reproche, él no quiere ser “abandonado” por el que logró curarlo, volverlo a la vida, sacarlo de la eterna pesadilla.
- Sí, pero…no. He cambiado de planes a último momento. Le pido mil disculpas. Simplemente no puedo seguir con esto.
- Sí, pero…no. He cambiado de planes a último momento. Le pido mil disculpas. Simplemente no puedo seguir con esto.
Polvo, disparos, aullidos, sangre. A lo lejos se acerca un hombre vestido de sombra, a medida que se acerca el escándalo de fondo se va aquietando, sin embargo su temor se acrecienta. Ahora aquella sombra deja ver su mirada profunda y penetrante, él cierra los ojos, no puede evitarlo, sabe lo que está por pasar. Su hermano cae muerto en sus brazos.
Edward se despierta pávido, es la tercera noche en la semana que sueña lo mismo. Sabe que están emergiendo esos sentimientos que él siempre trató de desechar para que no perturben su magnífica vida. Pero ahora es diferente, no lo puede controlar, hace un mes y medio que ve entrar esa sombra a su consultorio, no obstante esa sombra no está como en la que se encuentra en sus pesadillas, la realidad no la muestra aterrorizante, sino aterrorizada. Encontró la oportunidad perfecta para algún tipo de venganza, por haberle quitado lo más preciado. Pero no puede, decide cancelar los próximos encuentros.
No tiene más fantasías de venganza personal que lo ayuden a calmar su dolor, como desde aquella vez que había encauzado todo su odio en ese hombre-sombra como si fuera la misma Guerra. Pero ahora, con los ojos abiertos, se avergüenza de las palabras que alguna vez promovió con desmesurado orgullo “DULCE ET DECORUM EST PRO PATRIA MORI”.
Edward se despierta pávido, es la tercera noche en la semana que sueña lo mismo. Sabe que están emergiendo esos sentimientos que él siempre trató de desechar para que no perturben su magnífica vida. Pero ahora es diferente, no lo puede controlar, hace un mes y medio que ve entrar esa sombra a su consultorio, no obstante esa sombra no está como en la que se encuentra en sus pesadillas, la realidad no la muestra aterrorizante, sino aterrorizada. Encontró la oportunidad perfecta para algún tipo de venganza, por haberle quitado lo más preciado. Pero no puede, decide cancelar los próximos encuentros.
No tiene más fantasías de venganza personal que lo ayuden a calmar su dolor, como desde aquella vez que había encauzado todo su odio en ese hombre-sombra como si fuera la misma Guerra. Pero ahora, con los ojos abiertos, se avergüenza de las palabras que alguna vez promovió con desmesurado orgullo “DULCE ET DECORUM EST PRO PATRIA MORI”.
[1] Versos del poeta latino Horacio. La versión castellana es de Miguel Imbelecio Delatorre.
DULCE Y HONROSO ES MORIR POR LA PATRIA la muerte persigue al hombre que huye y no perdona de una juventud cobardeni las rodillas ni la temerosa espalda
[2] Término utilizado por los británicos para designar a los argentinos.
[3] Título en diario La Razón, abril 1982.
[4] Portada en revista Gente, abril 1982.
[5] Portada en revista Gente, 8 de abril 1982.
sábado, 18 de octubre de 2008
III El cronista cultural: Crónica de cine "El fuego"
Toda una experiencia nueva fue ir al Malba. En primer lugar porque nunca fui sola al cine, al teatro, ni a conciertos, siempre trato de buscar algún acompañante, y si no lo encuentro directamente no voy. Justamente esto fue lo que me vino pasando hace semanas, entraba a la página Web a ver las propuestas, me anotaba las que me resultaban más interesantes pero volvía a quedar postergado. La falta de acompañante no era motivo sólo por la descoordinación de horario, sino más que nada por lo que implica ir ver estos tipos de película: esta claro que el cine independiente, alternativo ó cualquiera que sea distinto al masivo, no es para todos, y aún para los que les gusta un poco –en el grupo al que me incluyo- para ir hay que tener un humor particular. A veces uno prefiere bajarlas de Internet, o ir al cine por mero entretenimiento, es decir, cine comercial, Hollywood.
Resignada a encontrar un acompañante y ante la necesidad de hacer urgentemente una crónica, me arme de coraje y fui. Claro, la experiencia me dice que tengo que llegar temprano o por lo menos averiguar antes de ir si quedan entradas. Era tan sólo preventivo ya que mi sentido común decía –correctamente- que un domingo, día del padre a las 14 horas no habría mucha gente, es más temía estar sola en la sala.
En esta oportunidad logré conocer al Malba no sólo por fuera -como en mi intento fallido de meses atrás en el BAFICI, las entradas estaban agotadas- sino por dentro. Me resultó agradable su infraestructura: afuera estilo arquitectónico, adentro techos altos, paredes extremadamente blancas, todo muy limpio, espacioso y modernoso.
Ya en la sala me contento con ver que no voy a estar tan sola, una señora mayor de 60 años esperaba comiendo una banana, una pareja también un poco mayor se estaba sentando, y más adelante dos mujeres adultas. Apenas empezada la película entran tres personas jóvenes.
Asistí al periodo en el que el cine Malba muestra la temática de “el nuevo cine” y comenta al respecto: “(…) se trata del cine del pasado que más vivo se mantiene en el presente.” “En principio fue el Neorrealismo y pocos años después todo el mundo tenía un cine nuevo, que desde varios frentes simultáneos puso en cuestión la hegemonía de Hollywood. Fue un cine que reemplazó la certeza por la indagación, que asumió un compromiso explícito con las diversas realidades de las que surgió, que renovó temas, formas y convenciones, que quiso lidiar con todo aquello que hasta entonces estaba ausente de la representación cinematográfica.”
La película “El fuego” de Vilgot Sjöman es sueca, en blanco y negro. Trata de un amor, o mejor dicho, de una relación incestuosa entre dos hermanos de la aristocracia del siglo XVIII. Las palabras fuego, deseo, pecado, ocultamiento y castigo ciñen la película. Todo eso no concierne sólo a los dos hermanos, sino también a varios personajes que se enfrentan a esas situaciones a los que ellos mismos denominan pecaminosas, como la de un cura con una joven, la de una campesina con un hijo “deficiente” sin padre.
El conflicto máximo comienza cuando la hermana decide casarse con otro hombre poderoso. Antes de que eso suceda, los hermanos hacen caso a sus deseos y tienen su primera relación sexual.
Todas estas conflictivas relaciones de la alta sociedad suceden ante los ojos de la servidumbre y campesinos. Cierta incomodidad me generaba esto, ya que en cada encuentro de los dos personajes siempre era muy visible una tensión, algo extraño, algo que estaba demás para una relación de hermanos.
Fue su final lo que me despertó curiosidad y lo que me sedujo para ir a verla, ya que su argumento decía que era uno de los más grandes de la historia del cine. Mi punto de vista considera un poco exagerada esa apreciación, tal vez porque tenía grandes expectativas, aunque ello no le quite mérito. La últimas palabras que se pronuncian: “es un bebé sano”, como esperando lo contrario, me remitió a “cien años de soledad” de Gabriel García Márquez, en donde atendí por primera vez al mito de que los bebés engendrados por parientes nacen con cola de chancho.
Al salir de la sala me encuentro con un mundo de gente adulta y jóvenes, unos cuantos extranjeros, todos muy bien alineados, con un estilo bien definido, se podría decir que la mayoría de clase alta. Supuse que esa gran concurrencia era por la visita del director y músico Vicente Gallo, de quien no tengo conocimiento alguno, por eso no me despertó mucho interés, además mi panza pedía a gritos comida, ya eran casi las dieciséis horas.Vuelvo a mi casa muy conforme con la película y mi experiencia, generalmente vacilo mucho ante este tipo de películas –sobre todo las de blanco y negro, viejas- porque no se si me van a atraer, ahora advierto que en general es sólo falta de costumbre.
Resignada a encontrar un acompañante y ante la necesidad de hacer urgentemente una crónica, me arme de coraje y fui. Claro, la experiencia me dice que tengo que llegar temprano o por lo menos averiguar antes de ir si quedan entradas. Era tan sólo preventivo ya que mi sentido común decía –correctamente- que un domingo, día del padre a las 14 horas no habría mucha gente, es más temía estar sola en la sala.
En esta oportunidad logré conocer al Malba no sólo por fuera -como en mi intento fallido de meses atrás en el BAFICI, las entradas estaban agotadas- sino por dentro. Me resultó agradable su infraestructura: afuera estilo arquitectónico, adentro techos altos, paredes extremadamente blancas, todo muy limpio, espacioso y modernoso.
Ya en la sala me contento con ver que no voy a estar tan sola, una señora mayor de 60 años esperaba comiendo una banana, una pareja también un poco mayor se estaba sentando, y más adelante dos mujeres adultas. Apenas empezada la película entran tres personas jóvenes.
Asistí al periodo en el que el cine Malba muestra la temática de “el nuevo cine” y comenta al respecto: “(…) se trata del cine del pasado que más vivo se mantiene en el presente.” “En principio fue el Neorrealismo y pocos años después todo el mundo tenía un cine nuevo, que desde varios frentes simultáneos puso en cuestión la hegemonía de Hollywood. Fue un cine que reemplazó la certeza por la indagación, que asumió un compromiso explícito con las diversas realidades de las que surgió, que renovó temas, formas y convenciones, que quiso lidiar con todo aquello que hasta entonces estaba ausente de la representación cinematográfica.”
La película “El fuego” de Vilgot Sjöman es sueca, en blanco y negro. Trata de un amor, o mejor dicho, de una relación incestuosa entre dos hermanos de la aristocracia del siglo XVIII. Las palabras fuego, deseo, pecado, ocultamiento y castigo ciñen la película. Todo eso no concierne sólo a los dos hermanos, sino también a varios personajes que se enfrentan a esas situaciones a los que ellos mismos denominan pecaminosas, como la de un cura con una joven, la de una campesina con un hijo “deficiente” sin padre.
El conflicto máximo comienza cuando la hermana decide casarse con otro hombre poderoso. Antes de que eso suceda, los hermanos hacen caso a sus deseos y tienen su primera relación sexual.
Todas estas conflictivas relaciones de la alta sociedad suceden ante los ojos de la servidumbre y campesinos. Cierta incomodidad me generaba esto, ya que en cada encuentro de los dos personajes siempre era muy visible una tensión, algo extraño, algo que estaba demás para una relación de hermanos.
Fue su final lo que me despertó curiosidad y lo que me sedujo para ir a verla, ya que su argumento decía que era uno de los más grandes de la historia del cine. Mi punto de vista considera un poco exagerada esa apreciación, tal vez porque tenía grandes expectativas, aunque ello no le quite mérito. La últimas palabras que se pronuncian: “es un bebé sano”, como esperando lo contrario, me remitió a “cien años de soledad” de Gabriel García Márquez, en donde atendí por primera vez al mito de que los bebés engendrados por parientes nacen con cola de chancho.
Al salir de la sala me encuentro con un mundo de gente adulta y jóvenes, unos cuantos extranjeros, todos muy bien alineados, con un estilo bien definido, se podría decir que la mayoría de clase alta. Supuse que esa gran concurrencia era por la visita del director y músico Vicente Gallo, de quien no tengo conocimiento alguno, por eso no me despertó mucho interés, además mi panza pedía a gritos comida, ya eran casi las dieciséis horas.Vuelvo a mi casa muy conforme con la película y mi experiencia, generalmente vacilo mucho ante este tipo de películas –sobre todo las de blanco y negro, viejas- porque no se si me van a atraer, ahora advierto que en general es sólo falta de costumbre.
II El cronista cultural: Crónica de recital, "Fiesta Clandestina"
El evento se llamaba “Fiesta Clandestina” y, al menos en un primer momento, tuve mis dudas de asistir. Luego me explicaron que era una reunión de distintas formas de arte: música, cine y fotografías: una serie de recitales, “clowns” animando la fiesta, malabaristas y proyecciones de cortometrajes. Fue allí cuando una mezcla de sensaciones, de curiosidad y entusiasmo me empujaron hasta aquel boliche en el barrio de Colegiales.
La ubicación del boliche era en Federico Lacroze y Alvarez Thomas, un antiguo teatro, reformado y reciclado, en el corazón de Colegiales. Las puertas abrían a medianoche, sin embargo nosotros llegamos –intencionalmente- casi una hora más tarde. La cola de gente era larga pero nos armamos de paciencia y buscamos donde ubicarnos, aunque no tuvimos que esperar demasiado ya que gracias a los comentarios de las personas allí y a una especie de encargado que recorrió la cola preguntando, descubrimos que los que ya teníamos entrada podíamos ingresar directamente. En ese momento le agradecí a un amigo quien se tomó la molestia de ir a comprar las entradas anticipadas horas atrás.
Al asistir a este tipo de eventos uno generalmente piensa con qué tipo de gente se podría encontrar, con qué “ambiente”, tal vez por una cuestión de prevención, de seguridad, o para ver cuan integrado y cómodo se sentiría. En este sentido yo era un pez en el agua. Todas las personas allí presentes parecían salidas de mi escuela secundaria o quizás de mi Facultad, estoy muy segura que casi todos los presentes compartíamos los mismos gustos e intereses y que, probablemente “en otra vida” habríamos sido excelentes amigos.
A los minutos de haber ingresado al boliche, las luces generales se apagaron, el escenario central se iluminó y una banda de rock rioplatense, “El cuarteto de nos”, inundó el lugar con el sonido de guitarras, bajo y batería. La gente enloqueció, saltó y acompañó al cantante. Yo conocía pocas canciones de la banda así que no pude hacer lo mismo. A pesar de esto fue una excelente experiencia: la banda le puso muchísimo entusiasmo y “onda”, y la gente transmitía una gran energía.
Aproximadamente quince canciones después, “El cuarteto de nos” se despidió con reverencias y agradecimientos, y el boliche volvió a una especie de estado de tranquilidad. Esto tampoco duró mucho ya que minutos más tarde la música del lugar fue opacada por una melodía alegre y eufórica. La gente ubicada en el centro de la pista de baile comenzó a abrirse dejando un gran círculo libre, el cual fue ocupado por media docena de payasos –“Clowns”-. Con un aire de burla y chiste llevaron adelante una serie de números que implicaban malabares, equilibrio y bromas entre ellos. Incluso llegó un momento donde sacaron a gente del público para invitarlos a jugar carreras con autitos de juguete. Finalmente, fueron invitando a más y más personas, esta vez a bailar, hasta que volvimos al estado anterior: un boliche pero ahora con payasos y más diversión.
A partir de este momento, el “ambiente” del que hablé comenzó a cambiar. Aparecieron muchos “hippies” y el aire fue invadido por un olor muy poderoso y distintivo. Asimismo, otra banda tomó control sobre el escenario, esta vez tocaban música reggae y se llamaban “Pampa Yakuza“. A pesar de que la gente estaba igual de entusiasmada y enérgica que con la primer banda, no sentí lo mismo, o tal vez sea que ese tipo de música no me cautiva demasiado. Decidí alejarme del escenario principal y explorar el segundo piso, donde había otro escenario y donde, supuestamente, habría una proyección de cortometrajes. Para mi decepción, el escenario estaba pero encargados de lugar lo habían clausurado.
Por minutos recorrí el boliche con la esperanza de encontrar alguna actividad o algo que me atrapé como la primer banda o los payasos, sin embargo toda la atención estaba centrada en la nueva banda. Fue así como pasadas las cuatro de la mañana decidí iniciar el viaje de vuelta a casa.
Al otro día me enteré que no hubo grandes cambios en la fiesta luego de mi partida. Lo único que me llamó la atención y que lamento haber perdido fue un desayuno inesperado donde regalaron churros cerca de las seis de la mañana. Pero, de todos modos, la “Fiesta clandestina” resultó no serlo poco.
La ubicación del boliche era en Federico Lacroze y Alvarez Thomas, un antiguo teatro, reformado y reciclado, en el corazón de Colegiales. Las puertas abrían a medianoche, sin embargo nosotros llegamos –intencionalmente- casi una hora más tarde. La cola de gente era larga pero nos armamos de paciencia y buscamos donde ubicarnos, aunque no tuvimos que esperar demasiado ya que gracias a los comentarios de las personas allí y a una especie de encargado que recorrió la cola preguntando, descubrimos que los que ya teníamos entrada podíamos ingresar directamente. En ese momento le agradecí a un amigo quien se tomó la molestia de ir a comprar las entradas anticipadas horas atrás.
Al asistir a este tipo de eventos uno generalmente piensa con qué tipo de gente se podría encontrar, con qué “ambiente”, tal vez por una cuestión de prevención, de seguridad, o para ver cuan integrado y cómodo se sentiría. En este sentido yo era un pez en el agua. Todas las personas allí presentes parecían salidas de mi escuela secundaria o quizás de mi Facultad, estoy muy segura que casi todos los presentes compartíamos los mismos gustos e intereses y que, probablemente “en otra vida” habríamos sido excelentes amigos.
A los minutos de haber ingresado al boliche, las luces generales se apagaron, el escenario central se iluminó y una banda de rock rioplatense, “El cuarteto de nos”, inundó el lugar con el sonido de guitarras, bajo y batería. La gente enloqueció, saltó y acompañó al cantante. Yo conocía pocas canciones de la banda así que no pude hacer lo mismo. A pesar de esto fue una excelente experiencia: la banda le puso muchísimo entusiasmo y “onda”, y la gente transmitía una gran energía.
Aproximadamente quince canciones después, “El cuarteto de nos” se despidió con reverencias y agradecimientos, y el boliche volvió a una especie de estado de tranquilidad. Esto tampoco duró mucho ya que minutos más tarde la música del lugar fue opacada por una melodía alegre y eufórica. La gente ubicada en el centro de la pista de baile comenzó a abrirse dejando un gran círculo libre, el cual fue ocupado por media docena de payasos –“Clowns”-. Con un aire de burla y chiste llevaron adelante una serie de números que implicaban malabares, equilibrio y bromas entre ellos. Incluso llegó un momento donde sacaron a gente del público para invitarlos a jugar carreras con autitos de juguete. Finalmente, fueron invitando a más y más personas, esta vez a bailar, hasta que volvimos al estado anterior: un boliche pero ahora con payasos y más diversión.
A partir de este momento, el “ambiente” del que hablé comenzó a cambiar. Aparecieron muchos “hippies” y el aire fue invadido por un olor muy poderoso y distintivo. Asimismo, otra banda tomó control sobre el escenario, esta vez tocaban música reggae y se llamaban “Pampa Yakuza“. A pesar de que la gente estaba igual de entusiasmada y enérgica que con la primer banda, no sentí lo mismo, o tal vez sea que ese tipo de música no me cautiva demasiado. Decidí alejarme del escenario principal y explorar el segundo piso, donde había otro escenario y donde, supuestamente, habría una proyección de cortometrajes. Para mi decepción, el escenario estaba pero encargados de lugar lo habían clausurado.
Por minutos recorrí el boliche con la esperanza de encontrar alguna actividad o algo que me atrapé como la primer banda o los payasos, sin embargo toda la atención estaba centrada en la nueva banda. Fue así como pasadas las cuatro de la mañana decidí iniciar el viaje de vuelta a casa.
Al otro día me enteré que no hubo grandes cambios en la fiesta luego de mi partida. Lo único que me llamó la atención y que lamento haber perdido fue un desayuno inesperado donde regalaron churros cerca de las seis de la mañana. Pero, de todos modos, la “Fiesta clandestina” resultó no serlo poco.
I El cronista cultural: Crónica teatral de “Improvisación Mosquito”
Preparativos
Decidida me propuse que de este fin de semana no se me escaparía poder hacer algo “cultural”, que me de pie a cumplir con una crónica, pero que sobre todo sea realizar una actividad diferente, que la pueda disfrutar
Sábado al anochecer compré el diario y la revista “Ñ” para ver las propuestas para esa noche. Mi búsqueda se baso en obras teatrales -ya que hace mucho que no iba a una-, siempre tratando de respetar las exigencias tales como que sea “off corrientes”, es decir, que no sea algo tan comercial. Descartada la última opción y teniendo en cuenta que al fin había conseguido un acompañante –lo que me hizo sentir más responsable del éxito de la obra- decidimos ir a “¿Cuál es su gracia?”, en el Paseo la Plaza. La función comenzaría a media noche así que tendría tiempo suficiente para prepararme y no salir a las corridas como siempre.
Se sumó un amigo de mi acompañante, les resultaba atractiva la propuesta de ir a ver un stand-up de humor.
Intento fallido
Llegamos a Paseo la Plaza, -lugar que siempre me gustó, rodeado de árboles, piso de adoquín, como un “pulmón” que no parece pertenecer a la calle corrientes y, valga la redundancia, un “paseo” que va más allá de ir a ver una obra o no-, las boleterías estaban cerradas por lo tanto las entradas se vendían en la puerta de cada sala. Me asombraron las largas colas para cada función a esas horas de la noche, en ese momento había tres funciones por comenzar.
Nuestra sala estaba en la terraza, ahí descubrí que el paseo de la plaza era más grande de lo que creía y hasta medio laberíntico. Ya en la cola, faltando 15 minutos para la hora de la función, la chica de una familia que se ubico atrás nuestro me pregunta “esta es la cola para ‘¿Cuál es la gracia?’ “, siendo mi respuesta afirmativa me contesto “gracia, digo graciaS”, lo cual fue motivo de mutuas sonrisas.
Tratando de despertar todos mis sentidos, estar atenta a todo lo que me rodeaba, intentaba de escuchar un parejita muy melosa adelante nuestro, pensé que podría resultar interesante lo qué estaban hablando, aunque inútil mi esfuerzo, sus susurros no lograron hacerse entender para terceros.
Las personas de la fila eran todas por arriba de los 20 años, varios grupos de amigos, parejitas, y algunas familias, todos bien vestidos para la ocasión.
Además de los perfumes de las personas, se sentía un claro olor a fritura y música que emanaba el restaurante de abajo, del cual teníamos vista privilegiada- desde arriba parecía una “pecera gigante”-. Un grupo de amigos observaban atentamente esa pecera gigante - parecían estar haciendo lo mismo que yo pero de manera más inconsciente-, se reían de los “cantantes” del restaurante. Mi curiosidad me hizo observar lo mismo, y al ver los movimientos y pasitos de baile de unos de los integrantes tampoco pude evitar reírme.
Arriba de nuestras cabezas había una estructura con enredaderas, al percibir un movimiento allí, en un principio pensé que podría ser una hoja, pero al mirar detenidamente alcance a distinguir, para mi horror, a una rata blanca que paso “volando” hacía la otra punta. Mi comentario se hizo escuchar en la familia de atrás, y no lograron dejar de mirar por arriba de sus cabezas por un largo tiempo.
Cuando nos percatamos que habían muchos con entrada en mano procuramos preguntar, por si acaso, si quedaban. Ante una respuesta negativa la frustración y bronca se apoderó de mi –no era la primera vez en el año que me ocurría algo así, pero esta vez me rehusaba a volver con las manos vacías-.
Cabizbajos volvimos a la avenida Corrientes, atentos a la entrega de cualquier volante –por primera vez estaba agradecida de ellos, no los veía como basura-. Recibimos dos para funciones distintas en el mismo teatro “El Vitral” en la calle Rodríguez Peña –a dos cuadra de donde estábamos- ambas para la 1 de la mañana. Agotadas las entradas de una función la elección se nos hizo más fácil.
¡Ahora sí! (“Improvisación Mosquito”)
El título de la obra no me inspiro confianza, no por el de “improvisación” –eso era lo que me atraía- sino por la parte de “mosquito”.
Me gustó que fuera “off Corrientes”, el teatro era pequeño, parecía tener una o dos salas; en la entrada había un pequeño barcito; las paredes eran rosas y en ellas se encontraban carteleras viejas en blanco y negro (del lado izquierdo) y actuales (del lado derecho).
La función comenzaría media hora más tarde de lo previsto, así que ahora con entrada en mano fuimos al restaurante de la esquina a pasar el tiempo. Mis acompañantes pidieron una cerveza. Conversaciones facultativas, de los ricos maníes y las grasosas papas fritas nos acompañaban en la espera. Mientras, varios personajes pasaron por afuera, cuando Drácula se percató de que lo estábamos observando primero nos saludo, pero luego se aseguró de cumplir con su personaje cuando mediante un gesto nos amenazó de muerte.
Faltando cinco minutos para la hora de entrada volvimos al teatro, sorpresivamente había una cola bastante larga, lo que genero que mi prejuicio desapareciera. La cola avanzó rápido y pronto nos vimos en la puerta de la sala, donde nos recibía el mismo personaje de la foto del volante, que no hacía nada para ocultar su voz de “macho”, aunque su aspecto decía lo contrario, y ya en la función no tardo en confirmar su homosexualidad- era una especie de transformista pero que no llegaba a ser un travesti- la cara bastante operada y muy pintada, pelo rojo y traje negro tipo “espacial”. Muy excéntrico ya lo era, pero me preguntaba si estaba aún más exagerado por el show. Volví a preguntarme ¿dónde me estoy metiendo?
Esperando que comience, la música era demasiado fuerte como para poder escuchar posibles conversaciones interesantes, entonces me limite a observar. El público era en su gran mayoría jóvenes, muchos grupos de amigos y algunas parejitas, todos vestían mucho más casual. La edad de todos nosotros se reflejaba también en el ánimo y el espíritu, cuando empezó una canción y todos divertidos comenzaron a acompañar con las palmas.
Además de un folletito del show nos entregaron un papel en el que había que poner un “título original”, como no conseguimos lapicera que funcione no pudimos escribir nada -escuchábamos similares quejas atrás nuestro-.
Ya desde la presentación se sentía alegría, muchas risas y gran interacción con el público. “Mosquito”, el personaje excéntrico, preguntó de dónde éramos, muchos respondían de barrios de capital o provincia, pero también había extranjeros mexicanos, norteamericanos y brasileros. Asimismo averiguó quienes habían venido por primera vez, y sólo la mitad de la sala levantó la mano ¿Cómo era posible? Sin duda los que volvieron a ir es porque les gustó, ¿pero tanto como para volver a ver lo mismo, o había algo más?
Mi pregunta se contestó al entender que era un espectáculo de improvisación y nunca se repetiría lo mismo, aunque mantendrían la misma estructura e idea. Estas ideas se centraban en la participación constante del público, Mosquito era el que interactuaba y presentaba cada improvisación de los actores, ellos con similar traje al de él, se agrupaban en dos grupos “Los azules” y “Los rojos”. Ambos grupos actuaban en cada pequeña obrita, y esa obra representaba algún título que dio el público en los papelitos. Nosotros (el público) teníamos la tarea de votar qué grupo nos gusto más, y elegir el estilo (aparecían en el folleto las opciones) en el que se deberían basar. Por ejemplo, una de las primeras representaciones fue con el título “mi mamá se está comiendo a un pendejo” y el estilo elegido fue “bizarro”, resultando la representaron literal, la madre metía al horno a un pendejo. Se actuaron estilos como doblaje, comedia musical, rima, gauchesco, cámara lenta y hasta “popurrí” (mezcla de varios). Al final logre cumplir con mi objetivo para este fin de semana. Después de mi vacilación ante lo desconocido, el espectáculo terminó superando mis expectativas. Encontré un género teatral muy original, no sabía la existencia de algo así. Muy divertido, las risas se contagiaban.
Decidida me propuse que de este fin de semana no se me escaparía poder hacer algo “cultural”, que me de pie a cumplir con una crónica, pero que sobre todo sea realizar una actividad diferente, que la pueda disfrutar
Sábado al anochecer compré el diario y la revista “Ñ” para ver las propuestas para esa noche. Mi búsqueda se baso en obras teatrales -ya que hace mucho que no iba a una-, siempre tratando de respetar las exigencias tales como que sea “off corrientes”, es decir, que no sea algo tan comercial. Descartada la última opción y teniendo en cuenta que al fin había conseguido un acompañante –lo que me hizo sentir más responsable del éxito de la obra- decidimos ir a “¿Cuál es su gracia?”, en el Paseo la Plaza. La función comenzaría a media noche así que tendría tiempo suficiente para prepararme y no salir a las corridas como siempre.
Se sumó un amigo de mi acompañante, les resultaba atractiva la propuesta de ir a ver un stand-up de humor.
Intento fallido
Llegamos a Paseo la Plaza, -lugar que siempre me gustó, rodeado de árboles, piso de adoquín, como un “pulmón” que no parece pertenecer a la calle corrientes y, valga la redundancia, un “paseo” que va más allá de ir a ver una obra o no-, las boleterías estaban cerradas por lo tanto las entradas se vendían en la puerta de cada sala. Me asombraron las largas colas para cada función a esas horas de la noche, en ese momento había tres funciones por comenzar.
Nuestra sala estaba en la terraza, ahí descubrí que el paseo de la plaza era más grande de lo que creía y hasta medio laberíntico. Ya en la cola, faltando 15 minutos para la hora de la función, la chica de una familia que se ubico atrás nuestro me pregunta “esta es la cola para ‘¿Cuál es la gracia?’ “, siendo mi respuesta afirmativa me contesto “gracia, digo graciaS”, lo cual fue motivo de mutuas sonrisas.
Tratando de despertar todos mis sentidos, estar atenta a todo lo que me rodeaba, intentaba de escuchar un parejita muy melosa adelante nuestro, pensé que podría resultar interesante lo qué estaban hablando, aunque inútil mi esfuerzo, sus susurros no lograron hacerse entender para terceros.
Las personas de la fila eran todas por arriba de los 20 años, varios grupos de amigos, parejitas, y algunas familias, todos bien vestidos para la ocasión.
Además de los perfumes de las personas, se sentía un claro olor a fritura y música que emanaba el restaurante de abajo, del cual teníamos vista privilegiada- desde arriba parecía una “pecera gigante”-. Un grupo de amigos observaban atentamente esa pecera gigante - parecían estar haciendo lo mismo que yo pero de manera más inconsciente-, se reían de los “cantantes” del restaurante. Mi curiosidad me hizo observar lo mismo, y al ver los movimientos y pasitos de baile de unos de los integrantes tampoco pude evitar reírme.
Arriba de nuestras cabezas había una estructura con enredaderas, al percibir un movimiento allí, en un principio pensé que podría ser una hoja, pero al mirar detenidamente alcance a distinguir, para mi horror, a una rata blanca que paso “volando” hacía la otra punta. Mi comentario se hizo escuchar en la familia de atrás, y no lograron dejar de mirar por arriba de sus cabezas por un largo tiempo.
Cuando nos percatamos que habían muchos con entrada en mano procuramos preguntar, por si acaso, si quedaban. Ante una respuesta negativa la frustración y bronca se apoderó de mi –no era la primera vez en el año que me ocurría algo así, pero esta vez me rehusaba a volver con las manos vacías-.
Cabizbajos volvimos a la avenida Corrientes, atentos a la entrega de cualquier volante –por primera vez estaba agradecida de ellos, no los veía como basura-. Recibimos dos para funciones distintas en el mismo teatro “El Vitral” en la calle Rodríguez Peña –a dos cuadra de donde estábamos- ambas para la 1 de la mañana. Agotadas las entradas de una función la elección se nos hizo más fácil.
¡Ahora sí! (“Improvisación Mosquito”)
El título de la obra no me inspiro confianza, no por el de “improvisación” –eso era lo que me atraía- sino por la parte de “mosquito”.
Me gustó que fuera “off Corrientes”, el teatro era pequeño, parecía tener una o dos salas; en la entrada había un pequeño barcito; las paredes eran rosas y en ellas se encontraban carteleras viejas en blanco y negro (del lado izquierdo) y actuales (del lado derecho).
La función comenzaría media hora más tarde de lo previsto, así que ahora con entrada en mano fuimos al restaurante de la esquina a pasar el tiempo. Mis acompañantes pidieron una cerveza. Conversaciones facultativas, de los ricos maníes y las grasosas papas fritas nos acompañaban en la espera. Mientras, varios personajes pasaron por afuera, cuando Drácula se percató de que lo estábamos observando primero nos saludo, pero luego se aseguró de cumplir con su personaje cuando mediante un gesto nos amenazó de muerte.
Faltando cinco minutos para la hora de entrada volvimos al teatro, sorpresivamente había una cola bastante larga, lo que genero que mi prejuicio desapareciera. La cola avanzó rápido y pronto nos vimos en la puerta de la sala, donde nos recibía el mismo personaje de la foto del volante, que no hacía nada para ocultar su voz de “macho”, aunque su aspecto decía lo contrario, y ya en la función no tardo en confirmar su homosexualidad- era una especie de transformista pero que no llegaba a ser un travesti- la cara bastante operada y muy pintada, pelo rojo y traje negro tipo “espacial”. Muy excéntrico ya lo era, pero me preguntaba si estaba aún más exagerado por el show. Volví a preguntarme ¿dónde me estoy metiendo?
Esperando que comience, la música era demasiado fuerte como para poder escuchar posibles conversaciones interesantes, entonces me limite a observar. El público era en su gran mayoría jóvenes, muchos grupos de amigos y algunas parejitas, todos vestían mucho más casual. La edad de todos nosotros se reflejaba también en el ánimo y el espíritu, cuando empezó una canción y todos divertidos comenzaron a acompañar con las palmas.
Además de un folletito del show nos entregaron un papel en el que había que poner un “título original”, como no conseguimos lapicera que funcione no pudimos escribir nada -escuchábamos similares quejas atrás nuestro-.
Ya desde la presentación se sentía alegría, muchas risas y gran interacción con el público. “Mosquito”, el personaje excéntrico, preguntó de dónde éramos, muchos respondían de barrios de capital o provincia, pero también había extranjeros mexicanos, norteamericanos y brasileros. Asimismo averiguó quienes habían venido por primera vez, y sólo la mitad de la sala levantó la mano ¿Cómo era posible? Sin duda los que volvieron a ir es porque les gustó, ¿pero tanto como para volver a ver lo mismo, o había algo más?
Mi pregunta se contestó al entender que era un espectáculo de improvisación y nunca se repetiría lo mismo, aunque mantendrían la misma estructura e idea. Estas ideas se centraban en la participación constante del público, Mosquito era el que interactuaba y presentaba cada improvisación de los actores, ellos con similar traje al de él, se agrupaban en dos grupos “Los azules” y “Los rojos”. Ambos grupos actuaban en cada pequeña obrita, y esa obra representaba algún título que dio el público en los papelitos. Nosotros (el público) teníamos la tarea de votar qué grupo nos gusto más, y elegir el estilo (aparecían en el folleto las opciones) en el que se deberían basar. Por ejemplo, una de las primeras representaciones fue con el título “mi mamá se está comiendo a un pendejo” y el estilo elegido fue “bizarro”, resultando la representaron literal, la madre metía al horno a un pendejo. Se actuaron estilos como doblaje, comedia musical, rima, gauchesco, cámara lenta y hasta “popurrí” (mezcla de varios). Al final logre cumplir con mi objetivo para este fin de semana. Después de mi vacilación ante lo desconocido, el espectáculo terminó superando mis expectativas. Encontré un género teatral muy original, no sabía la existencia de algo así. Muy divertido, las risas se contagiaban.
lunes, 6 de octubre de 2008
Ficha de lectura: El viaje Profano, Ricardo Forster
Autor
Ricardo Forster es Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba. Ha cursado estudios de Historia y Filosofía en la Universidad Autónoma de México, en la Universidad del Salvador (Argentina) y en FLACSO. Es profesor titular de grado y posgrado de numerosas universidades argentinas e internacionales: U.B.A., Universidad Nacional del Gral. San Martín, Universidad Nacional de Rosario, Universidad Nacional de Comahue, Universidad de Princeton (EE.UU.), Universidad Hebrea de Jerusalem, Instituto Tecnológico de Monterrey, entre otras. Entre sus ensayos se cuentan W. Benjamin - Th. W. Adorno, el ensayo como filosofía (Ediciones Nueva Visión, 1991), Itinerarios de la modernidad (Eudeba, 1996), El exilio de la palabra (Eudeba,1999), Walter Benjamin y el problema del mal (Altamira, 2001). [1]
Obra
El texto “El viaje Profano” de Forster pertenece a la edición número dos de Noviembre de 1995 de “Confines”, que por un aparente problema de registro de propiedad intelectual a partir de la número 5 pasó a llamarse “Pensamiento de los confines”. Hoy la revista cuenta con 22 número de ediciones, la última en publicarse fue en Julio de 2008.
Es una revista de ensayos que aborda los campos de la cultura, la estética, la teoría crítica, la filosofía y la literatura. Es editada por Fondo de Cultura Económica Argentina. Se publica semestralmente desde 1995 en Buenos Aires con su formato libro “alargado” dos veces por año.
El grupo fundador y que compone su comité de dirección está formado por Nicolás Casullo, Alejandro Kaufman, Matías Bruera, Ricardo Forster y Gregorio Kaminsky, quienes además de ensayistas, escritores, novelistas, polemistas y bohemios, son docentes e investigadores universitarios.[2]
Síntesis
Ricardo Forster como buen filósofo analiza en sentido crítico la concepción contemporánea del viaje, muy distante de la que considera como visión acertada y virtuosa que es con el hombre moderno, particularmente el romántico.
El hombre moderno ha sido un transgresor de fronteras, siempre intentando dar un paso más en los límites de su propia finitud y el deseo de lo infinito, no ha hecho otra cosa que buscado lo absolutamente otro.
Es justamente ahí donde nace el viaje profano, “el viajero no se detiene ante las prohibiciones, siente el deseo de lo nuevo allí donde lo establecido trata de cerrarle el camino”. Entonces más allá de los diversos modos del viaje (iniciático, de descubrimiento y dominio, utópico, melancólico, etc) este es siempre una ruptura y un abandono de lo conocido.
El romanticismo es quien radicalizó la aventura de este sujeto moderno, y es quien tal vez sepa más de verdaderos viajes, viajes llevados por la fuerza de la imaginación, donde el sueño aparece como viaje romántico por excelencia capaz de quebrar la dura corteza de la realidad para deslizar al viajero hacia regiones inexploradas. “El viaje romántico traza un recorrido que nuestra sensibilidad contemporánea no alcanza a comprender; un recorrido soñador, una conciencia abrasada por la urgencia de penetrar en los secretos del mundo (…)”
El hombre romántico ha logrado comprender la tensión y la dialéctica del exilio. Un exilio paradójicamente permite construir al sujeto su propia historia, pero no recorriendo caminos conocidos, sino como experiencia de extravío, itinerario que lo enfrenta con la felicidad del descubrimiento y el dolor de la pérdida de su patria originaria.
El viaje del Yo romántico hace posible la emergencia de otros mundos y sentidos mediante su extraña conjunción de realidad y fantasía, hace frente a lo inesperado sin un rumbo previamente fijado, por eso se pierde para encontrarse, se hace dueño de un conocimiento no instrumental, se opone al pragmatismo ilustrado que valida la realidad y la razón, el conocimiento y el desencantamiento. Por eso el romanticismo rompe con la presencia limitadora de lo empírico y reemplaza la “facultad imaginativa” a la “facultad lógica mensuradora”, potencializa lo utópico pero no anclado en la materialidad histórica sino como huida de esa misma historia, en donde la Revolución Francesa tuvo un papel fundamental ya que el fracaso en acontecimientos históricos crea las condiciones para el viaje cada vez más desprendido de lo real.
Forster hace hincapié en que no sólo aquel pragmatismo ilustrado se opuso al romanticismo, sino más importante aún nuestra contemporaneidad, donde la realidad asfixiante ha llevado a la resignación, el intelectual ya no aparece como portador de sueño ni garante de sensibilidad crítica sino como mero relator de un mundo sin sueños y utopías. Por lo tanto plantea la necesidad de indagar sobre otras tradiciones que sea capaz de conducirnos hacía una renovada crítica del mundo, inteligente como para no desperdiciar esa lucidez, en donde el intelectual deberá “indagar no sólo del presente sino también de pasado y de aquella s tradiciones que alimentaron su trayectoria histórica”.
Entre los diversos tipos de viaje que menciona el autor es quizás el viaje al pasado en el que más se detiene por la importancia que ello implica, ya que “el presente nos lanza en la indeferenciación”, “es fugaz e instantáneo”, “extravía nuestras raíces”, en cambio “nos descubrimos cuando regresamos a las fuentes”, el pasado representa lo más íntimo, lo único genuino que poseemos, se desprende de “la verdad de le época” y nos otorga la conciencia crítica. Por ello la pérdida de nuestro pasado pone nuestro destino en cuestión, y no basta con una pasado “monumentalizado” que lo convierte en museo o nostalgia, ni con la narración donde se elimina todo síntoma trágico donde no hay viaje real sino “un paquete de agencias de turismo” que garantiza el placer y teme a lo imprevisto.
Ricardo Forster concluye con el malestar que le suscita la evidencia de que “Nuestra época ha dejado de viajar”. Los viajes del despliegue histórico parecen haber llegado a su fin, “como si las exigencias de la imaginación ya no encontrasen lugar en el imperio de la razón técnico instrumental”. Hoy hay viajes esperados, desprovistos de incertidumbres. Hay un mundo fragmentado, donde ser hombre significa ser solitario aprisionados en la actualidad sin vía de escape. El viaje al pasado que ha alimentado durante siglos la necesidad de de transformar las miserias del presente, mientras que en la actualidad la humanidad condena al pasado en ruina o en silencio, o en el “mejor” de los casos al espectáculo o museo. El autor anhela una segunda oportunidad para “volver al sentido abierto y desprovisto de certezas del viaje moderno”.
Resonancia Personal
Me llamó la atención el título, “Viaje Profano” algo que es opuesto a lo sagrado, y que podría suponerse –como lo hice yo en un principio- algo incorrecto, un viaje que no se debería hacer, sin embargo el autor lo trata de virtuoso y es justamente ese tipo de viaje el que le gustaría que la humanidad haga hoy.
La idea de viaje en un sentido lejos de ser puramente físico y de turismo, en este texto lo pude ver más amplia aún. Me atrajo mucho la idea de tres viajes particulares, uno de ellos es “el viaje al pasado”, una manera distinta de mirarlo que nada tiene que ver con tan sólo una partida de nuestro viaje y nuestra vida, ni tampoco en lo que caemos siempre “la nostalgia”, sino una parte muy importante e íntima que nos constituye como lo que somos ahora, y en esta retrospección la distancia nos dota de un sentido crítico. “El pasado no opera como nostalgia o como bloqueo emocional de un presente devastador, apenas como un paliativo, sino que irrumpe con la fuerza de la crítica (…)” Esto se vincula con otra idea que también me gustó mucho, el viaje verdadero es el improvisado, el que nos produce incertidumbres y hasta tal vez miedo, nunca debe ser un “paquete de turismo”: “ Aprender a perderse en la ciudad es un arte que hay que saber cultivar, que exige un esfuerzo adicional porque violenta la tendencia propia del sujeto representarse un paisaje racionalmente trazado” ( me recuerda a “Contra el Turismo” un texto que probablemente lea) en donde también funciona particularmente para viaje al pasado: la quita de cualquier elemento trágico para que sea puro placer es también un elemento de turismo, algo errado para el autor y ahora ciertamente para mi también. El tercer tipo de viaje que me llamó la atención es “el exilio” por la gran paradoja que maneja, la idea de expansión y a su vez alejamiento, producción de lo nuevo y desilusión de lo antiguo, el enfrentamiento de por un lado la felicidad del descubrimiento pero a su vez el dolor de la pérdida.
Otro elemento que me produjo interés es la idea de que lograr realizar aquel ansiado viaje profano, donde nos encontramos en un lugar nuevo, en otro sitio, un lugar extraordinario, nos produce querer hablar de ello, comentarlo, me recuerda a “Una Metáfora Viva” de Celia Güichal donde habla de esto mismo: la idea de viaje inseparable a la narración, en donde la definición misma de viajero aparece vinculada a esto “persona que relata un viaje realizado por ella”, sin embargo en viaje profano se toca otro elemento más, que es que lo extraordinario produce una dificultad para transmitirlo, es casi incomprensible “ Hablar desde otro sitio es siempre como tratar de contar un sueño…un vano esfuerzo, porque el relato de un sueño no puede transmitir la sensación que produce la mezcla de absurdo, sorpresa y aturdimiento(…)’ “.Lo miraría también como un ejemplo en cuanto al formato para un ensayo, sobre todo en la cantidad de citas que realiza el autor, lo dotan de mayor status “no habla sólo eso también lo afirman mucha cantidad de autores destacados”, es decir, sirve de aval y a su vez le ayuda a profundizar en el tema.
[1] Biografía extraída de: http://www.cceba.org.ar/db/artista.pl?id=437
[2] http://www.rayandolosconfines.com.ar/revista.html
Ricardo Forster es Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba. Ha cursado estudios de Historia y Filosofía en la Universidad Autónoma de México, en la Universidad del Salvador (Argentina) y en FLACSO. Es profesor titular de grado y posgrado de numerosas universidades argentinas e internacionales: U.B.A., Universidad Nacional del Gral. San Martín, Universidad Nacional de Rosario, Universidad Nacional de Comahue, Universidad de Princeton (EE.UU.), Universidad Hebrea de Jerusalem, Instituto Tecnológico de Monterrey, entre otras. Entre sus ensayos se cuentan W. Benjamin - Th. W. Adorno, el ensayo como filosofía (Ediciones Nueva Visión, 1991), Itinerarios de la modernidad (Eudeba, 1996), El exilio de la palabra (Eudeba,1999), Walter Benjamin y el problema del mal (Altamira, 2001). [1]
Obra
El texto “El viaje Profano” de Forster pertenece a la edición número dos de Noviembre de 1995 de “Confines”, que por un aparente problema de registro de propiedad intelectual a partir de la número 5 pasó a llamarse “Pensamiento de los confines”. Hoy la revista cuenta con 22 número de ediciones, la última en publicarse fue en Julio de 2008.
Es una revista de ensayos que aborda los campos de la cultura, la estética, la teoría crítica, la filosofía y la literatura. Es editada por Fondo de Cultura Económica Argentina. Se publica semestralmente desde 1995 en Buenos Aires con su formato libro “alargado” dos veces por año.
El grupo fundador y que compone su comité de dirección está formado por Nicolás Casullo, Alejandro Kaufman, Matías Bruera, Ricardo Forster y Gregorio Kaminsky, quienes además de ensayistas, escritores, novelistas, polemistas y bohemios, son docentes e investigadores universitarios.[2]
Síntesis
Ricardo Forster como buen filósofo analiza en sentido crítico la concepción contemporánea del viaje, muy distante de la que considera como visión acertada y virtuosa que es con el hombre moderno, particularmente el romántico.
El hombre moderno ha sido un transgresor de fronteras, siempre intentando dar un paso más en los límites de su propia finitud y el deseo de lo infinito, no ha hecho otra cosa que buscado lo absolutamente otro.
Es justamente ahí donde nace el viaje profano, “el viajero no se detiene ante las prohibiciones, siente el deseo de lo nuevo allí donde lo establecido trata de cerrarle el camino”. Entonces más allá de los diversos modos del viaje (iniciático, de descubrimiento y dominio, utópico, melancólico, etc) este es siempre una ruptura y un abandono de lo conocido.
El romanticismo es quien radicalizó la aventura de este sujeto moderno, y es quien tal vez sepa más de verdaderos viajes, viajes llevados por la fuerza de la imaginación, donde el sueño aparece como viaje romántico por excelencia capaz de quebrar la dura corteza de la realidad para deslizar al viajero hacia regiones inexploradas. “El viaje romántico traza un recorrido que nuestra sensibilidad contemporánea no alcanza a comprender; un recorrido soñador, una conciencia abrasada por la urgencia de penetrar en los secretos del mundo (…)”
El hombre romántico ha logrado comprender la tensión y la dialéctica del exilio. Un exilio paradójicamente permite construir al sujeto su propia historia, pero no recorriendo caminos conocidos, sino como experiencia de extravío, itinerario que lo enfrenta con la felicidad del descubrimiento y el dolor de la pérdida de su patria originaria.
El viaje del Yo romántico hace posible la emergencia de otros mundos y sentidos mediante su extraña conjunción de realidad y fantasía, hace frente a lo inesperado sin un rumbo previamente fijado, por eso se pierde para encontrarse, se hace dueño de un conocimiento no instrumental, se opone al pragmatismo ilustrado que valida la realidad y la razón, el conocimiento y el desencantamiento. Por eso el romanticismo rompe con la presencia limitadora de lo empírico y reemplaza la “facultad imaginativa” a la “facultad lógica mensuradora”, potencializa lo utópico pero no anclado en la materialidad histórica sino como huida de esa misma historia, en donde la Revolución Francesa tuvo un papel fundamental ya que el fracaso en acontecimientos históricos crea las condiciones para el viaje cada vez más desprendido de lo real.
Forster hace hincapié en que no sólo aquel pragmatismo ilustrado se opuso al romanticismo, sino más importante aún nuestra contemporaneidad, donde la realidad asfixiante ha llevado a la resignación, el intelectual ya no aparece como portador de sueño ni garante de sensibilidad crítica sino como mero relator de un mundo sin sueños y utopías. Por lo tanto plantea la necesidad de indagar sobre otras tradiciones que sea capaz de conducirnos hacía una renovada crítica del mundo, inteligente como para no desperdiciar esa lucidez, en donde el intelectual deberá “indagar no sólo del presente sino también de pasado y de aquella s tradiciones que alimentaron su trayectoria histórica”.
Entre los diversos tipos de viaje que menciona el autor es quizás el viaje al pasado en el que más se detiene por la importancia que ello implica, ya que “el presente nos lanza en la indeferenciación”, “es fugaz e instantáneo”, “extravía nuestras raíces”, en cambio “nos descubrimos cuando regresamos a las fuentes”, el pasado representa lo más íntimo, lo único genuino que poseemos, se desprende de “la verdad de le época” y nos otorga la conciencia crítica. Por ello la pérdida de nuestro pasado pone nuestro destino en cuestión, y no basta con una pasado “monumentalizado” que lo convierte en museo o nostalgia, ni con la narración donde se elimina todo síntoma trágico donde no hay viaje real sino “un paquete de agencias de turismo” que garantiza el placer y teme a lo imprevisto.
Ricardo Forster concluye con el malestar que le suscita la evidencia de que “Nuestra época ha dejado de viajar”. Los viajes del despliegue histórico parecen haber llegado a su fin, “como si las exigencias de la imaginación ya no encontrasen lugar en el imperio de la razón técnico instrumental”. Hoy hay viajes esperados, desprovistos de incertidumbres. Hay un mundo fragmentado, donde ser hombre significa ser solitario aprisionados en la actualidad sin vía de escape. El viaje al pasado que ha alimentado durante siglos la necesidad de de transformar las miserias del presente, mientras que en la actualidad la humanidad condena al pasado en ruina o en silencio, o en el “mejor” de los casos al espectáculo o museo. El autor anhela una segunda oportunidad para “volver al sentido abierto y desprovisto de certezas del viaje moderno”.
Resonancia Personal
Me llamó la atención el título, “Viaje Profano” algo que es opuesto a lo sagrado, y que podría suponerse –como lo hice yo en un principio- algo incorrecto, un viaje que no se debería hacer, sin embargo el autor lo trata de virtuoso y es justamente ese tipo de viaje el que le gustaría que la humanidad haga hoy.
La idea de viaje en un sentido lejos de ser puramente físico y de turismo, en este texto lo pude ver más amplia aún. Me atrajo mucho la idea de tres viajes particulares, uno de ellos es “el viaje al pasado”, una manera distinta de mirarlo que nada tiene que ver con tan sólo una partida de nuestro viaje y nuestra vida, ni tampoco en lo que caemos siempre “la nostalgia”, sino una parte muy importante e íntima que nos constituye como lo que somos ahora, y en esta retrospección la distancia nos dota de un sentido crítico. “El pasado no opera como nostalgia o como bloqueo emocional de un presente devastador, apenas como un paliativo, sino que irrumpe con la fuerza de la crítica (…)” Esto se vincula con otra idea que también me gustó mucho, el viaje verdadero es el improvisado, el que nos produce incertidumbres y hasta tal vez miedo, nunca debe ser un “paquete de turismo”: “ Aprender a perderse en la ciudad es un arte que hay que saber cultivar, que exige un esfuerzo adicional porque violenta la tendencia propia del sujeto representarse un paisaje racionalmente trazado” ( me recuerda a “Contra el Turismo” un texto que probablemente lea) en donde también funciona particularmente para viaje al pasado: la quita de cualquier elemento trágico para que sea puro placer es también un elemento de turismo, algo errado para el autor y ahora ciertamente para mi también. El tercer tipo de viaje que me llamó la atención es “el exilio” por la gran paradoja que maneja, la idea de expansión y a su vez alejamiento, producción de lo nuevo y desilusión de lo antiguo, el enfrentamiento de por un lado la felicidad del descubrimiento pero a su vez el dolor de la pérdida.
Otro elemento que me produjo interés es la idea de que lograr realizar aquel ansiado viaje profano, donde nos encontramos en un lugar nuevo, en otro sitio, un lugar extraordinario, nos produce querer hablar de ello, comentarlo, me recuerda a “Una Metáfora Viva” de Celia Güichal donde habla de esto mismo: la idea de viaje inseparable a la narración, en donde la definición misma de viajero aparece vinculada a esto “persona que relata un viaje realizado por ella”, sin embargo en viaje profano se toca otro elemento más, que es que lo extraordinario produce una dificultad para transmitirlo, es casi incomprensible “ Hablar desde otro sitio es siempre como tratar de contar un sueño…un vano esfuerzo, porque el relato de un sueño no puede transmitir la sensación que produce la mezcla de absurdo, sorpresa y aturdimiento(…)’ “.Lo miraría también como un ejemplo en cuanto al formato para un ensayo, sobre todo en la cantidad de citas que realiza el autor, lo dotan de mayor status “no habla sólo eso también lo afirman mucha cantidad de autores destacados”, es decir, sirve de aval y a su vez le ayuda a profundizar en el tema.
[1] Biografía extraída de: http://www.cceba.org.ar/db/artista.pl?id=437
[2] http://www.rayandolosconfines.com.ar/revista.html
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